miércoles, abril 05, 2006

¿Tienes fuego?



¡Cómo me gustaría saber fumar ahora! Como me gustaría en este instante fumarme uno a uno todos mis discursitos sobre el detestable hábito que constituye bajar por la garganta ese desecho de humo maloliente y simplemente fumar. Pero no fumar como cualquiera, no, eso no cumpliría mi propósito. Quiero ser la más experta y la más sensual de todas las fumadoras. Quiero despertar en ti el apetito y el deseo con sólo llevarme el cigarrillo a la boca y retener el humo mirándote a los ojos y ver nublarse tu cara mientras lo expulso entre mis labios. Daría todo lo que no tengo en este instante por sentirme cómoda con un cigarrillo, por tenerlo, por sacarlo a la luz pública, caminar hacia ti y preguntarte ¿tienes fuego? y ponerte nervioso y que me digas que si.

Verás, todo esto viene porque te veo sentado allí, solo, acongojado. Tienes los ojos clavados en el libro y revuelves el café que se te enfría y ni un sorbo. Y verás, yo también estoy aquí, sola acongojada sin terminar el café para seguir observándote y tu no miras. Tienes las piernas cruzadas y el semblante que quiero, el cuerpo que quiero, el rostro que quiero y ese gesto. Ese morderte los labios de vez en cuando que te saca de concentración deteniendo la cuchara.

Un sólo cigarrillo reposa en tu mesa junto a la servilleta y a su lado brilla el encendedor que acercarías a mi boca mientras huelo tu mano. Si tan sólo miraras, nunca he sido buena para estas cosas, pero estoy aquí, ahora o nunca. Y si quizás me acerco y te pregunto algo, la hora, ¿qué lees? , no, no, esa es quizás la pregunta que más odio. Pero necesito hacer algo, porque mi vida parece un peaje. Por alguna razón todo el mundo cruza, pero nadie se queda. Sin embargo esta tarde es diferente, porque tu estás solo y yo estoy sola, y ¿qué es el amor sino una simple coincidencia?

Por fin dejaste el libro a un lado y comenzaste a tomarte el café. Uy, se me cayó la cartera. Mierda, se me cayeron al piso todas estas porquerías. ¿Para qué tendré tantos corotos? No me gustaría que mires ahora, no mientras estoy con la cabeza debajo de la mesa, luciendo atolondrada. Con la suerte que tengo eso es justo lo que sucederá. Pero desde que recoja este desastre iré directo donde ti, te preguntaré lo primero que se me ocurra, ¿eres hermano de Marisol? o cualquier cosa. La última chuchería. Por fin. Cierro la cartera. Levanto la mirada y no te veo, no es que te has ido, todavía estás ahí, pero ella no me deja verte. Está parada frente a ti, resuelta, risueña, mientras te extiende la mano y acercas el fuego para encender su cigarrillo.

2 comentarios:

Paolat De la Cruz dijo...

por pensar tanto, se le van a uno las oportunidades

sahira fontana & géber garcía dijo...

guao!